La niña
Ya habían nacido anteriormente dos varones. Por eso al nacer, fue para todos «la niña».
Aunque un día apareció con un paquetito a casa y al desenvolverlo, sacó un sujetador diminuto y preguntó a la madre «¿crees que me quedará bien? ¡Que niña!
O cuando le dijo: «cuando vayas a comprar, me traes compresas»
Pero si es solo una niña, pensaba la madre.
Y es que para las madres los hijos no crecen. La vio pasar del Colegio al Instituto, después a la Universidad…….comentó que quería marcharse a Inglaterra porque le haría muy bien un curso allí por el idioma y demás.
Bueno, si, hija, si tu crees…… Entonces lo veía todo tan lejano……… Pero el tiempo vuela y pronto llegó el día de la partida. Nunca antes se habían separado.
En los últimos días, cuando sus ocupaciones se lo permitían, se sentaba junto a la madre y bromeaba sobre cuanto se iban a echar de menos. La niña, nerviosa pero llena de ilusiones; la madre, temerosa de pensar como se iba a defender en un pais extraño, otro idioma, otras costumbres…..
-Ya en el aeropuerto dijo a sus padres que marcharan a casa, que iba a embarcar.
-Pero si aun queda una hora.
-Es mejor así, mamá; será más difícil si esperamos al último momento.
Se abrazaron, y la niña, pidió a su madre que no llorara. Me lo has prometido. Mira, cuida de mis gatos. Mi habitación no la toquéis hasta que vuelva. Conéctate de vez en cuando a internet, por si podemos hablar. Ah, y te he dejado las mantas preparadas para cuando haga frío. Pienso que cuando las necesites, te resultará pesado cogerlas del altillo de los armarios.
Estos y otros y otros consejos más y se fue alejando hasta que apenas se veía a lo lejos la mano diciendo adiós y tirando algún beso.
El avión despegó. Los padres volvieron a casa. El padre marchó a su trabajo. La madre quedó a solas con el pensamiento puesto en la niña. Hoy no se escuchaban sus risas. Tampoco sonaba la música, otros días protagonista en el hogar. El teléfono que antes no paraba de sonar, estaba mudo. La madre fue recorriendo las estancias de la casa hasta llegar a la habitación de la niña. Estaba totalmente ordenada, con unos peluches sobre la cama, los CD en su sitio; y allí, en un rincón, las mantas y sobre la silla del escritorio, la falda y la camiseta que se había quitado. Los posters de sus cantantes y actores favoritos.
En ese momento, y quizás por vez primera, pensó que la niña había crecido, aunque para ella, siguiera siendo «la niña» .